18 dic 2008

Aceñas con premio (punto de mira)


laopiniondezamora.es >> opinión - 20 septiembre 2008

HERMINIO RAMOS PÉREZ. Una de las notas más destacadas de la labor de las últimas corporaciones municipales ha sido la integración del Duero en la ciudad de Zamora. El río ha dejado de ser el foso natural de defensa de la ciudad que fue durante medio milenio y ha pasado a ser una servidumbre de agua, en sus diversos usos y aplicaciones y también un lugar de esparcimiento, de recreo, un atractivo para los turistas y visitantes.

Ahí están las obras en sus riberas que constituyeron la gran zona industrial de la ciudad hasta bien mediado el pasado siglo. Las aceñas de Cabañales estuvieron a pleno funcionamiento hasta la década del cincuenta. Estas obras que enriquecieron, además de su utilidad, el paisaje de la ciudad y el río, obras de cuya categoría y calidad en su fábrica dan sobradamente prueba después de más de medio milenio aguantando los gigantescos empujones del Padre Duero, sin haberse movido una sola piedra de su arquitectura, son una prueba de cómo trabajaban aquellos celebérrimos maestros de ribera, que seguro que sus estudios habían comenzado en la ribera de su pueblo y el doctorado se celebraba en las márgenes de algún río.

Fue la Iglesia como empresa la patrocinadora de estas singulares obras y desde las de Pinilla a las de Olivares la Mitra, el obispo y el cabildo dispusieron de su mantenimiento y sus rentas, hasta la segunda mitad del siglo diecinueve, con la llegada de Mendizábal y su célebre Desamortización.

Río abajo siguiendo la cadena de aceñas constituye además de una bella excursión, un serio motivo de meditación, sobre el aprovechamiento del agua como fuente de energía, de la misma manera que se aprovechó en riberas e incluso de pequeños arroyos. Moviendo los rodeznos que apenas sí permitían unas horas de trabajo. Sin embargo, a lo largo de estas pequeñas corrientes fluviales se cuentan por centenares los molinos de agua y pequeñas aceñas que desde la Baja Edad Media cubrieron las necesidades de la población, predominantemente la rural.

De las aceñas de Olivares, en el archivo diocesano, José Carlos de Lera nos recuerda en su catálogo de documentos medievales la obra de la primera aceña en el Herrenal de Olivares, la Torrejona, cuyo maestro de ribera salmantino para más señas da fin a la obra y en el tajamar de la primera está el escudo del cabildo para que no haya dudas de quienes eran sus propietarios.

Las aceñas constituyen auténticas señas de identidad de las relaciones del río y la ciudad y a partir de un momento en el que la frótales está muy a retaguardia de las fronteras. El Premio Hispania Nostra constituye un galardón merecidísimo que, sin duda, constituirá un estímulo de cara a los frentes abiertos en nuestra capital y provincia respecto a la conservación y cuidados de nuestro Patrimonio Histórico-Artístico.

La obra realizada en las Aceñas de Olivares constituye un modelo de acabado, de adaptación y de desarrollo a los temas planteados y desarrollados, lo que nos lleva a pensar que estas soluciones constituirán un auténtico modelo de cara a otros lugares y a otras o parecidas soluciones. Sólo se añora ante su majestuoso silencio para aquellos que de cerca las vimos en plena actividad, principalmente las de Cabañales, el ritmo monótono pero constante de su gran rueda motriz, era como su seña de identidad, destacando su gran radio y sus grandes palas de madera, hoy sólo un recuerdo en la memoria de los octogenarios o en las colecciones de fotografías antiguas. Sin embargo, nunca se pierden las esperanzas y algún día y en alguna parte, una aceña o unas aceñas volverán a recuperar su gran rueda, pero eso tendrá sin duda otras connotaciones.

Hoy sólo nos cabe la satisfacción de felicitar a todos los que han intervenido en esas obras, comenzando por la decisión de la Corporación y alcanzando al último colaborador y felicitar a la ciudad en su nombre por haber recuperado uno de los recuerdos más destacados de esas lejanas épocas y devolverle al río y a sus encantos ese detalle de tan gratos y significativos recuerdos. La historia ha vuelto al río, como no podía ser menos.

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